Afasia, qué es y sus tipos

¿Cómo te sientes al pensar, por un momento, que un día de repente te despiertas, miras a tu alrededor mientras todos hablan, intentas hablar pero no entiendes ni te entienden, y ni siquiera eres capaz de escuchar o entender lo que tú mismo dices? Es un sentimiento muy raro, extraño y dificilísimo de aceptar, no solo por las personas que rodean a una persona afásica, sino también por la propia persona afectada.

Hoy se conmemora el día de la Afasia y nuestra logopeda Marina ha escrito este texto para explicar de forma sencilla esta afectación.

¿Qué es la Afasia?

La afasia es una alteración en la expresión y/o comprensión del lenguaje, tanto hablado como escrito. La afasia se da como consecuencia de una lesión cerebral en las áreas implicadas en el lenguaje adquiridas previamente, es decir, trastornos que son consecuencia del daño en personas que eran hablantes competentes.

El lenguaje es el medio que nos permite establecer una comunicación, dándonos así la oportunidad de expresar sentimientos, ideas, intenciones y necesidades, al tiempo que es el puente entre el pensamiento y la expresión del mismo. Podemos llegar a pensar que todos tenemos un lenguaje o código de comunicación que es inalterable, incluso aquellas personas que pertenecen a la comunidad sorda encuentran en la lengua de signos una forma eficaz de establecer la comunicación. Sin embargo, los pacientes con afasia son las únicas personas capaces de crear un nuevo código, entenderlo y comprenderlo, pero también algo importantísimo, son incapaces de enseñarlo a otro.

Tipos de Afasia: la afasia no fluente

La afasia es una alteración en la cual pueden afectarse de manera selectiva los diferentes niveles de descripción lingüística: fonético, fonológico, morfológico, lexical, sintáctico, pragmático, discursivo y semántico, tanto en la expresión como en la comprensión, en las modalidades oral y escrita. Las alteraciones se agrupan de diversas formas, dando lugar a diferentes tipos de afasia.

La afasia no fluente se caracteriza por la falta de fluidez en el lenguaje espontáneo, es decir, aquel que se da cuando hablamos o explicamos algo de forma natural. Se presentan también alteraciones fonéticas (dificultades en la ejecución motora del habla) y fonológicas (errores en la selección de los fonemas). La escritura presenta múltiples errores ortográficos, omisiones y sustituciones, tanto al dictado como de manera espontánea, sin embargo, la copia se encuentra preservada.

Si nos ponemos a investigar podemos llegar a plantearnos diversas dudas sobre el complejo funcionamiento de nuestro cerebro. Ahora bien, pensemos en el cerebro como si fuera un mapa de carreteras, miles de vías de circulación que admiten un volumen de tráfico considerable. En el cerebro también tenemos carreteras, caminos mentales transitados por impulsos nerviosos que pasan de una neurona a otra y conforman nuestros hábitos.

Imagina el trayecto que haces para ir a trabajar. Imagina también que para hacerlo subes en una determinada parada y bajas en otra, siempre las mismas, la mejor ruta para realizar en este medio de transporte el trayecto que necesitas cubrir: ir de casa al trabajo. Imagina ahora que vas andando,  seguramente cogerías otra ruta, y si fueras en coche el camino también sería diferente. Sin embargo, el punto de inicio y el final sería siempre el mismo.

Nosotros recorremos miles de carreteras todos los días, para poder escribir, por ejemplo, tomamos un camino determinado que va, por así decirlo, de la parada Cerebro a la parada Mano, o si queremos hablar cogemos el autobús en la parada Cerebro y nos bajaremos en Boca. Todo ello, incluyendo todos los giros, paradas, subidas y bajadas que nos permiten mover la mano, abrir la boca o mover la lengua, entre otras muchas actividades necesarias para escribir o hablar.

¿Qué sucede cuando sufrimos una lesión cerebral, producida por ejemplo por un ictus, un tumor, un traumatismo o una enfermedad degenerativa? Las carreteras se cortan, el camino que solíamos coger todos los días está en obras. Entonces, ¿qué hacemos? Buscamos otra solución, cogemos otra ruta para llegar al mismo sitio, exploramos alternativas y empezamos a aprender otro camino.

Como ocurre con la construcción de cualquier carretera, cambiar una de esas rutas del cerebro requiere esfuerzo. Debemos ser conscientes de que nos adentramos en un largo viaje, donde el gran cambio solo se consigue paso a paso. Pero la meta, volver a hablar, debe ser la motivación que nos ayude a sacar la energía y la paciencia para lograrlo.

El camino de J.L. ante la afasia

Hace casi un año me embarqué en el largo viaje de J.L. y su familia, acompañándoles para encontrar la ruta alternativa que mejor se adaptase a sus necesidades.

Cuando J.L. llegó a Clínica Uner presentaba una afasia no fluente. Uno de sus mayores deseos era poder volver a escribir y hablar de manera funcional así que nos pusimos manos a la obra. Gracias a su constancia y motivación se empezaron a ver avances. Poco a poco empezó a dominar palabras frecuentes sin ayuda, como hola y adiós. Empezó a formar frases, con todo lo que esto supone, y volvió a expresar ideas, necesidades, sentimientos, etc. En definitiva, empezó a tener un habla funcional sin necesidad de depender de otra persona para poder comunicarse.

Nuestro siguiente reto fue la escritura. Volver a aprender a escribir ¡y con la izquierda! Al principio costó un poco, hizo falta mucho lápiz y goma de borrar, pero lo consiguió. Un día J.L. llegó a sesión y se puso a escribir sin decir nada previamente, yo sólo lo observaba y cuando terminó leí lo que había escrito: “Hoy no tengo razón para estar triste”. Qué gran lección, gracias.

Empezamos esto juntos pero nuestros caminos acabaron separándose, ahora continúa feliz su viaje junto con su familia y amigos, y en Clínica Uner le mantenemos siempre en el corazón.

 

Escrito por: Marina Gutiérrez Martínez
Revisado por: Dra. María Jesús Gómez

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