Si pensamos en cuidadores no profesionales, nos suele venir a la cabeza la figura de una mujer. Es cierto que la mujer sigue cumpliendo en la mayoría de los casos ese papel de cuidadora en el entorno familiar, en los hogares españoles en todos los grupos de edad existen más mujeres que hombres. Está comprobado que entre los 45 y los 64 años, casi siempre es la mujer la que asume el rol de cuidadora, encargándose especialmente de padres o suegros.
Hasta los 65 años hay más mujeres cuidadoras, a partir de esa edad, aunque sigue siendo mayor el número de mujeres, la diferencia entre los dos géneros se acorta. Existen varias razones, una de ellas sería la Mayor Esperanza de Vida Masculina, se está empezando a equiparar con la Femenina, aunque aún siga siendo más alta esta última. Esto hace que ambos miembros de la familia convivan más tiempo juntos y que en el caso de que la mujer se vuelva Dependiente, el marido sea el responsable de su cuidado. A este tipo de cuidadores, algunos los denominan, “nuevos cuidadores”.
El rol de los hombres como cuidadores
Los hombres se ven en la obligación de asumir roles que hasta ahora no habían tenido la necesidad de desarrollar, sin experiencia alguna se enfrentan a tareas domésticas y de cuidado, para las que nunca habían sido preparados ni educados. Es importante tener en cuenta, que el cambio en el modelo tradicional de familia, hacen que no haya un miembro específico más preparado para el cuidado de un familiar dependiente, los roles familiares han cambiado y esa adaptación y reconstrucción por parte de la familia para encontrar el miembro adecuado responsable del cuidado, no tiene por qué ser siempre el perfil de mujer. Ya no hay un prototipo general de familia, los roles tradicionales están cambiados, en algunos casos la mujer lleva todo el peso laboral en la familia, por lo que es probable que, en casos similares, valoren que el cuidado pueda recaer en un miembro masculino de la misma.
Todo este tipo de cambios sociales, demográficos o laborales conlleva una nueva política social, cuyos servicios públicos tienen que adaptarse a las nuevas necesidades. Hay que tener en cuenta no solo las necesidades de la persona dependiente, sino también las del cuidador, prestando atención personalizada a estos “nuevos cuidadores masculinos”, que se encuentran desbordados.
Rompiendo estereotipos
Las generaciones de nuestros mayores, suelen tener la idea arraigada, de que “la mujer debe de cuidar, mientras que el hombre debe de proveer”. Creen que la mujer ejerce de cuidadora de manera natural, lo identifican con el papel de madres y cuidado de los hijos. El cuidador hombre, suele aparecer cuando no hay una mujer disponible para poder hacerlo.
Cuidar de otra persona tiene un impacto negativo en la salud, tanto a nivel físico, como psicológico, los hombres cuidadores no profesionales, suelen ver disminuido su apoyo social y su bienestar emocional, en comparación con los hombres que conviven con esposas no dependientes. A nivel de salud, suelen tener problemas respiratorios y también problemas para dormir.
El perfil más abundante de cuidador hombre, es el hombre jubilado que se hace cargo de su mujer con demencia, antes eran las hijas las que se hacían cargo, ahora los padres ven que ellas tienen otras responsabilidades, y no quieren ocasionar molestias, además de que también transmiten, que no quieren depender de sus hijos. Esta visión es nueva, antes era previsible que las hijas se hicieran cargo del cuidado de sus padres. En la mayoría de los casos las hijas suelen prestarles ayuda, aunque no se lo pidan, ellas lo hacen voluntariamente, los padres suelen aceptar dicha ayuda gustosos, pero ya no son ellos los que la demandan directamente.
Todos los cuidadores no profesionales que dedican su tiempo a cuidar de un familiar, sean masculinos o femeninos, no deben de afrontar solos la tarea, siempre hay un desgaste físico, psicológico y emocional, que se debe de intentar evitar, con el apoyo de todos los miembros de la familia.
Autora: Alicia de la Asunción Moreno – Trabajadora Social