Jornada Uner entorno a la dislexia: Retando al “no se puede”
Hace ya muchos años un médico me dijo que al igual que hay niños que no pueden leer yo nunca podría correr. Esto ha sido algo que ha rondado mi cabeza desde entonces porque nadie puede llegar a entender lo que sentimos aquellos que no podemos hacer algo que para el resto resulta fácil.
Precisamente por eso, puede que la dislexia haya sido siempre un área de investigación para mi. Y también por ello ha sido tan importante poder realizar un encuentro de familias que conviven con este trastorno y presentarles a todas ellas a Claudio, un ejemplo de esfuerzo, superación y éxito.
Qué es y qué no es la dislexia
La dislexia — como indica el área educativa — o Síndrome de Gerstmann — como se conoce en el ámbito neurológico —, es una dificultad que afecta a la lecto-escritura. Es decir, se trata de un trastorno que provoca dificultad para escribir y leer, lo que se traduce en problemas de comprensión lectora, de diferenciación entre la derecha y la izquierda o dificultad en la memorización de las tablas de multiplicar, entre otros síntomas.
La dislexia no implica ningún tipo de discapacidad física o visual, y sobre todo, es importante resaltar que las personas con dislexia tienen un desarrollo cognitivo normal, es decir, su inteligencia no depende de esta anomalía. Si bien, debido a que el sistema educativo actual mide la inteligencia o potencial de aprendizaje a través de medios de lecto-escritura, el nivel de rendimiento de las personas con esta dificultad son considerados, en muchas ocasiones, demasiado bajos y su inteligencia puede ser erróneamente cuestionada.
Claudio, un ejemplo de éxito frente a la dislexia
Claudio llegó a Clínica Uner con tan solo ocho años y desde el primer día supimos que se trataba de un caso muy especial. Acudió a Uner recién operado. Le habían extirpado un tumor que se encontraba localizado en el hemisferio cerebral izquierdo (Área 40 de Brodmann – BA40*), exactamente el área donde se desarrolla la lector-escritura, la sensibilidad digital, la orientación izquierda-derecha y el aprendizaje de las tablas de multiplicar.
Estos síntomas, como antes mencionábamos, resultan una dificultad creciente a la hora de abordar ciertas tareas dentro del sistema educativo. Por este motivo, el primer reto fue explicar a sus padres, profesores, compañeros y por último, al mundo en general, que su forma de aprender sería diferente.
Habría cosas que Claudio no podría hacer de la misma forma que el resto de niños, pero solo teníamos que encontrar la fórmula adecuada para él. Tanto su familia como todo el equipo de Clínica Uner entendimos que facilitar su formación debía ser uno de los principales objetivos a conseguir. Desde que entrara en Uner con ocho años ha sido una batalla larga, pero que ha dado sus frutos: Claudio obtuvo sus estudios de primaria, secundaria, bachillerato y un grado superior en deporte. Actualmente continúa estudiando, aprendiendo un segundo idioma e imparte clases extraescolares.
Creer que se puede. La fuerza del ejemplo compartido
Los síntomas de Claudio, derivados de su daño cerebral, coinciden con los de otros niños que no presentan dichas lesiones y que también se encuentran realizando su terapia en Clínica Uner. Sus miedos, inquietudes y anhelos son también los mismos, así como los de sus familias. Por esta razón, decidimos realizar un almuerzo informal donde profesionales, familias y pacientes pudiesen conocerse entre sí y conocer la historia de Claudio personalmente.
La reunión arrancó con él, con esa sensibilidad especial que caracteriza a quien ha aprendido a vivir en un entorno donde no siempre es comprendido, compartiendo su experiencia, sentimientos, deseos, adversidades y su forma de obtener la fuerza para continuar día a día. Y poco a poco el ambiente fue adquiriendo el calor necesario para que tanto los niños como sus familias se sintiesen representados, arropados, comprendidos y aliviados.
Resultó muy emocionante comprobar los abrazos y los pequeños gestos de cariño que las familias ofrecían espontáneamente a sus niños para mostrarles su apoyo y su comprensión mientras escuchaban la historia de Claudio.
De este modo, las familias reforzaron la confianza en sus hijos y los hijos sintieron el apoyo de sus familias. Para los niños, el desconocimiento de sus padres resulta confuso y desalentador e incluso puede hacerles dudar de su amor hacia ellos. Necesitan que sus padres entiendan lo que ocurre (¡son padres, tienen que saberlo todo!).
Por su parte, los padres, que en muchos casos han dudado de sus hijos, esta experiencia compartida les permitió valorar el esfuerzo y la valentía con la que sus hijos se enfrentan a la adversidad: las risas de los compañeros por no saber leer correctamente, los insultos y burlas en el patio del colegio, las horas interminables para terminar los deberes, las clases particulares… ahora saben que tienen en casa a unos auténticos héroes.
Los profesionales de las distintas áreas nos llevamos de todos ellos la gasolina necesaria para continuar trabajando y para seguir cuestionando constantemente el “no se puede”. Una fórmula que en Clínica Uner no deja de traernos casos de éxito.