Conocí el proyecto Clínica Uner en 2014 y me enamoró de tal forma que decidí dar un giro radical a mi actividad profesional. Significaba abandonar el dominio confortable que tenía sobre las actividades profesionales que venía desarrollando e introducirme en un mundo desconocido, el sanitario. La suerte fue tener a la mejor guía, Mª Jesús, nuestra directora. En poquísimo tiempo, y con mucho esfuerzo por parte de las dos, pude empezar a aplicar todos mis conocimientos y experiencia en la clínica teniendo en cuenta los requisitos del daño cerebral: tener una mente abierta para recibir lo extraordinario, capacidad de improvisación para reaccionar adecuadamente ante lo extraordinario, y lo más importante, focalizar el trabajo en lo extraordinario: nuestros pacientes.
¿Cuál es tu labor en Clínica Uner?
Mi trabajo consiste en aplicar a la clínica todo lo que sé, y aprendo, sobre empresas eficientes y de calidad, con el fin de alcanzar los objetivos planteados desde dirección. Todo lo que hacemos tiene que aportar algo positivo a la sociedad, es nuestra premisa de funcionamiento y lo que nos llevó a crear la Fundación Clínica Uner.
Por otra parte, dirigir un equipo tan maravilloso es un privilegio, personas muy particulares, seleccionadas según criterios verdaderamente especiales, que responden a un nivel muy alto de conocimientos, sensibilidad y actitud. Muchas veces, dirigirlos simplemente consiste en saber cuándo dejar la batuta para no molestar a la orquesta.
