Cuando inicias la carrera de psicología, como cualquier otro estudiante, estás ilusionado, expectante y muy motivado, porque todos llevamos una idea preconcebida de lo que es la psicología. Esta idea del diván, de la persona que te observa y tras unos minutos contigo, casi sin mediar palabra es capaz de describirte y conocer tu problema para darte la solución perfecta. Todo esto, es la idea que muestra la televisión en multitud de series o películas, ¿verdad? Seguro que tú, la persona que está leyendo esto, lo has creído en algún momento. Al igual, que cualquiera puede ser psicólogo, ¿no? Un amigo, un peluquero, un camarero, total solo hay que escuchar y decirle a la otra persona lo que tiene que hacer para solucionarlo. ¡Fácil!
Pero… ¿para ejercer de psicólogo sólo hay que escuchar y proporcionar una solución, que se considere como la correcta sin tener en cuenta nada más?, entonces… ¿Por qué las personas que ejercen la psicología necesitan formarse? ¿para mirar a una persona a los ojos y decirle cómo es? o ¿para averiguar su pasado y poder decirle cuál es la causa de su problema? Aquí, es donde todo aquel que ha estudiado psicología, la ejerce o ha asistido a un profesional, te diría que NO.
Gracias al desarrollo científico de la psicología muchos de estos mitos, a los que todo psicólogo se ha enfrentado en algún momento ya están más que superados. Son pioneros e investigadores como Freud, Skinner, Watson, Wundt, James y muchísimos más, que, a lo largo de los más de 100 años de historia, han tratado de concretar y definir su objeto de estudio y han logrado forjar un amplio cuerpo de conocimientos, que, a su vez, se ha ido ramificando, creciendo, hasta conformar la disciplina psicológica como la conocemos en la actualidad.
En esencia, y como bien destaca la definición de Psicología de la Asociación Americana de Psicología (APA) el estudio se centra en el comportamiento humano y en la investigación de este y todos aquellos aspectos biológicos, cognitivos, emocionales y sociales que influyen sobre él, desde la observación y la experimentación.
Con un objeto de estudio tan complejo, no es de extrañar, encontrar manifestaciones de los más diversas y variadas, de hecho, si observamos bien, podemos encontrar ejemplos en todas partes. Desde nuestro nacimiento, dónde empiezan nuestros primeros contactos con estímulos del entorno tanto externo como interno, se dan nuestras primeras relaciones con otras personas y se desarrollan los primeros apegos. Comienza a conformarse nuestra relación con el mundo que nos rodea, nuestra forma de exploración, aprendizaje y de afrontamiento. En cómo vivimos nuestras emociones y hasta en un simple olor que nos puede transportar a un momento determinado ya pasado.
De todo esto se encarga la Psicología, de la conducta, de las acciones y respuestas observables que realizan los individuos ante un estímulo o situación determinada. Este espectro de respuestas que puede dar una persona es infinito, ya que cada individuo es único, por lo que la forma de ayudarle también ha de ajustarse a esa individualidad. Por lo que, un psicólogo nunca te va a decir lo que tienes que hacer, va a ser un guía que te va a acompañar. Esta guía va a variar en función de la rama de la psicología a la que se dedique o para la que se haya formado.
En nuestro caso, desde Clínica Uner pertenecemos a la rama de la Neuropsicología, rama que nace la Neurociencia y la Psicobiología, que se centra en el estudio de la bases y mecanismos biológicos que subyacen a nuestra conducta. Aplicamos estos conocimientos en la rehabilitación neuropsicológica. Desde este campo de la psicología, trabajamos con adultos y niños, que han sufrido un daño cerebral.
Nosotros, lo que hacemos en primer lugar es una evaluación de las funciones cognitivas para conocer las alteraciones que se están expresando debido al daño. Tras analizar los resultados, ponemos en marcha una serie de herramientas para la restauración, sustitución o compensación de los déficits en base a la consecución de unos objetivos planteados. Esto, nuestros pacientes lo reconocerán mejor si lo describimos como los momentos que tienen que memorizar una lista de palabras mientras caminan por los pasillos de la clínica, o deben organizarse para realizar una serie de actividades en un tiempo determinado, entre otras. Para poder realizar nuestro trabajo necesitamos que, quien ha sufrido el daño y su familia colaboren con nosotros, ya que no se trata de que el profesional, de forma unilateral, diga que es lo que debe hacer para recuperarse, ellos también han querer participar en su recuperación. Y esto sí es uno de los verdaderos retos de un psicólogo.
Después de todo esto, seguro que ya no te parece tan fácil el trabajo del psicólogo. Con este escrito queremos destacar que, detrás del profesional que ejerce la psicología, con independencia de la rama a la que se dedique, hay una persona que se ha formado durante 4 o 5 años de carrera, dependiendo si es licenciado o graduado, un par de posgrados, másteres, etc. Y que finalmente, consigue llegar a ese momento ansiado de ponerse delante de su primer paciente.
En esta situación, te encuentras entre emocionado y nervioso, buceas por todos tus conocimientos, te haces guiones para no perderte durante la primera entrevista, ya que, según los libros y tú formación necesitas recabar toda la información posible. Y entra tú primer paciente, tú muerto de miedo, tratando de controlar tus emociones, que no se te note que es la primera vez, que se te vea profesional, porque es muy importante establecer un buen rapport para que la terapia tenga efecto y… ¡boom! todo lo metodológicamente que te has preparado te explota en la cara. Quieres seguir el guión, pero la otra persona igual tiene necesidad de hablar, pero no para responder a todas las preguntas de tu guión, o se queda callada y lo más que consigues es ir sacando algún monosílabo y empiezas a agobiarte, porque no estás consiguiendo lo que necesitas, está pasando el tiempo, crees que no estás haciendo nada, la ansiedad crece y finalmente ha pasado la hora. Y es en este punto, en el que el psicólogo se empieza a dar cuenta, que no todas las entrevistas son como las que ha visto en los vídeos de clase y leído en los libros. Dónde esa primera toma de contacto con una persona, debes escuchar de forma activa, lo que la otra persona trae. Puede que esa persona necesite un par de sesiones, puede que nunca llegue a sentirse a gusto contigo, o que conecte contigo en el minuto 1. Lo importante es, no olvidar que trabajamos con personas y que cada uno tiene su ritmo, su estilo de afrontamiento, su personalidad y el trabajo del psicólogo es funcionar de guía de esa persona respetando todo lo que es esa persona, sin que su propia “persona” se mezcle o influya.
Ver que después de un tiempo de trabajo conjunto, de haber ido aprendiendo el uno del otro, la persona misma empieza a ser consciente de esos avances y mejoras que ha logrado. Tú, como profesional, no tienes palabras. Juan, Andrés o Pepa te dan muchas veces las gracias y tú solo puedes dárselas a ellos, por haber tenido paciencia, haber confiado en ti para que los acompañes y haberte dejado ayudarles. Es cierto y los psicólogos lo sabemos muy bien, la formación nunca termina, ya que cada sesión es una lección de aprendizaje nueva. Y esto es para y por lo que nos preparamos día a día, ESTO ES LA PSICOLOGÍA.
Escrito por: Equipo de Neuropsicología de Clínica Uner.