La mordida abierta es una alteración facial que se define por la imposibilidad de cerrar los dientes frontales o posteriores. Es decir, no existe el contacto entre los dientes anteriores o posteriores de la arcada superior con los anteriores o posteriores de la inferior.
En una oclusión normal, los incisivos superiores deben sobrepasar a los inferiores en 2-3 mm. La mordida abierta se produce cuando la medida de 2-3 mm se encuentra disminuida, pudiendo ocurrir incluso que no exista contacto alguno entre las piezas dentarias.
Este tipo de mordidas siempre conllevan trastornos logopédicos asociados.
¿Qué causa la mordida abierta?
El uso de hábitos orales inadecuados como el uso del chupete, el biberón, la succión digital (chuparse el dedo), así como la onicofagia (hábito de morderse las uñas), de forma prolongada altera el desarrollo maxilofacial provocando maloclusiones dentales, alteración de la musculatura facial, labios y lengua.
Con el uso del biberón el niño no cierra los labios con tanta fuerza como en el amamantamiento durante la lactancia materna, por lo que los labios adoptan forma de “O”, no se produce el vacío bucal, se dificulta la acción de la lengua (que se mueve hacia adelante contra la encía para regular el flujo excesivo de leche) y hay menos excitación de la musculatura bucal.
La succión no nutritiva del chupete puede hacer que los dientes centrales inferiores se desvíen paulatinamente hacia dentro, mientras que los que se encuentran en el mismo plano pero en el maxilar superior, se separan y sobresalen hacia fuera. Con el tiempo los colmillos acaban chocando entre sí, provocando que ambas filas de dientes no cierren correctamente, lo que se conoce como mordida abierta.
El uso prolongado de tetinas y/o succión digital puede ocasionar:
- Posibles problemas respiratorios. Mala posición de la lengua, lo que puede favorecer la respiración oral. La respiración oral es un hábito que suele comenzar a muy corta edad. Consiste en que la persona respire por la boca en lugar de la nariz. El respirador oral presenta ausencia de sellado labial, que es lo que permite el paso del aire. Esto va a provocar que los labios y los músculos faciales queden hipotónicos (bajo tono) por lo que no va a contener ni modelar el crecimiento de las arcadas dentarias. El aire que entra por la boca empuja hacia arriba las láminas palatinas pero no encuentra la fuerza contraria de la columna de aire nasal por lo que el paladar queda alto y las fosas nasales acortadas. La consecuencia de la colocación baja y adelantada de la lengua es que de esa forma se ejerza presión contra las piezas dentarias y, como los labios no están cerrados, no actúan como freno ante posibles avances o crecimientos excesivos de los maxilares o piezas dentarias, por lo que alteran la oclusión dentaria.
- Deformación, estrechamiento y elevación del paladar.
- Dificultad para masticar sólidos. El uso prolongado del biberón más de un año y el del chupete más de seis meses, interfieren en la función masticatoria.
- Deglución atípica. Es un tipo de deglución en el que la lengua presiona con fuerza las arcadas dentarias, lo que provoca que durante la deglución el alimento sea arrastrado hacia delante, lo que da lugar a una contracción de la musculatura peribucal que tiene como finalidad evitar la salida del alimento fuera de la boca.
- Alteración de la mordida. Se favorece la mordida abierta, las alteraciones se agravan cuánto más tiempo se prolongue el hábito.
- Alteraciones en el habla. Sigmatismo (incapacidad para articular los sonidos /s/ ó /z/) y distorsión articulatoria.
- El riesgo de padecer otitis media es de 1,8 veces mayor.
Además de los malos hábitos orales, también existen causas funcionales que pueden provocar mordida abierta:
- Mal posicionamiento lingual, tanto en la zona anterior como en las zonas laterales. Puede darse tanto en reposo como en el momento de realizar sus funciones.
- Hipertrofia amigdalina, (crecimiento del tamaño de las amígdalas) puede provocar un avance de la masa lingual produciéndose una presión inadecuada sobre las piezas dentarias correspondientes.
- Hipertrofia adenoidea (vegetaciones), favorecen una respiración bucal con el consiguiente cambio en la posición lingual.
- Frenillo lingual hipertrófico, que origina igualmente un cambio en la posición normal de la lengua.
Tratamiento de la mordida abierta
El objetivo será eliminar el hábito de interposición lingual y restablecer el equilibrio musculo-esquelético, con la ayuda de un logopeda.
El plan perfecto es combinar tratamiento, corrector ortodóncico (siempre que no precise de cirugía ortognática) junto con terapia logopédica Miofuncional.
Para conseguir que el niño o la niña sea capaz de mantener la lengua bien colocada en situación de reposo es necesario comenzar la intervención tanto con la ejercitación Miofuncional, como en los casos necesarios colocando un aparato ortodóncico que actúe sobre la arcada y las piezas dentarias.
Para corregir la mordida abierta, intentaremos que el niño vaya controlando el tiempo que permanece sin ejercer el mal hábito, aumentando progresivamente la duración, valorándolo en situaciones diferentes (jugando, viendo la televisión, etc.) y reforzándole cuando lo vaya consiguiendo.
Una táctica para que el niño o los papás comprueben si ha sido capaz de permanecer sin succionar el dedo tanto por el día como por la noche le podemos dibujar en su dedo un sol, una cara sonriente o algo que le motive de tal forma que, en función de cómo se encuentre el dibujo al final del día, sabrá si el dedo ha sido succionado o no.
Hay que considerar que, cuando se eliminan este tipo de hábitos, en ocasiones el niño tiene a buscar el refuerzo que le producía la succión, sustituyendo el dedo por un objeto, por lo que se vigilará en la fase de automatización especialmente que la eliminación de la succión disfuncional sea completa.
¿Es bueno que el niño se chupe el dedo?
Todo depende de la etapa en la que esté. Chuparse el dedo y/o puño más que bueno o malo, es necesario y natural durante los primeros meses de vida, ya que es un reflejo innato, sin embargo, la frecuencia debería ir disminuyendo a medida que el niño crece.
La succión se desarrolla en la vida intrauterina, por ello es habitual encontrarnos con ecografías en las que el bebé está chupándose el dedo. Una vez nacen, usarán esa función para alimentarse y para seguir desarrollándose a otros niveles. La succión nutre y calma, y de ahí que a veces creamos conveniente el uso de chupete, sin embargo, antes que el chupete se considera más fisiológico y menos invasivo la succión del dedo.
Si comparamos el tamaño de una tetina de chupete con cualquiera de los cinco dedos de la mano del bebé, confirmaremos también que el dedo es más pequeño y por tanto menos invasivo para la mordida que el propio chupete.
Llevarse dedos y puños a la boca esos primeros meses ayuda a que la hipersensibilidad que existe en la zona de la boca y que tanto reflejo de arcada produce en el comienzo de la alimentación complementaria disminuya, y además aumente la discriminación sensorial y aceptarán mejor las texturas diferentes.
En los signos del bebé, chuparse el dedo es signo de hambre (si lleva chupete ese signo no puede detectarse y alterar la demanda de las tomas, ya sea lactancia o alimentación artificial).
Si se detecta predilección por algún dedo en concreto o el hábito se mantiene más allá de los primeros meses, la relación con la alteración de la mordida se dará igual que se daría con el uso prolongado del chupete, ya que el dedo crecerá y también la intensidad.
Entonces chupete, ¿sí o no?
Para evitar la aparición de las alteraciones citadas anteriormente, se recomienda que el tamaño del chupete se adecúe a la boca del bebé y que se abandone su uso antes de los dos años.
El uso del chupete más de dieciocho meses tiene una implicación directa en el desarrollo de la boca, sobre todo del paladar. El paladar sería algo así como “el cielo de la boca” y a la vez sería “el suelo de la nariz”, por lo que puede acabar desarrollándose también una respiración oral que no es fisiológica, con consecuencias en la masticación y el lenguaje.
Cómo elegir un chupete
No existe evidencia científica sobre cuál es la mejor tetina, pero parece que la fisiológica altera menos las estructuras orales, y hay acuerdo en que la menos recomendable es la de forma redonda.
La relación entre chupete y alteración de la boca depende más de su intensidad de uso que de su frecuencia. No es recomendable usar chupeteros/colgadores, ya que el uso del chupete debe ser gestionado por los adultos.
A la hora de elegir un chupete deberíamos tener en cuenta lo siguiente:
- El grosor de la unión de la tetina a la carcasa. ¿Por qué es tan importante? Porque es donde van o irán apoyados los dientes, cuanto más grosor los dientes menos se pueden unir, así que nos interesa que sea lo más fina posible para asegurar un cierre casi total de la mandíbula.
- Flexibilidad de la tetina, para que se adapte a la posición de la lengua de cada bebé, asegurando así un correcto desarrollo de la mandíbula.
- Forma de la tetina. Existen tres tipos de tetina según su forma:
- Cereza/Redonda: Voluminosa y con forma esférica. Es la menos recomendable.
- Anatómica: Es la que simula la forma del pezón materno, en forma de bola con el bisel hacia abajo. Al tener esa forma hace que la lengua se encuentre en una posición alta (que es la correcta) pero si el niño le da la vuelta el chupete, como es muy habitual que ocurra, ejercería el efecto contrario y no nos interesa.
- Fisiológica: Es simétrica, por lo que, en este caso si el bebé le da la vuelta al chupete no habría ningún problema.
¿Cuándo es conveniente retirar el chupete y el biberón?
Como mencionaba anteriormente, el uso prolongado de tetinas puede provocar diversas alteraciones. Lo aconsejable es que alrededor de los doce meses, con la aparición de los ocho incisivos, empecemos a disminuir su uso. Podemos dejar el chupete solo para dormir o para momentos de estrés y cansancio importantes. Más adelante, antes de los dieciocho meses, se planteará la retirada definitiva.
En definitiva, podemos afirmar la importancia de inculcar unos correctos hábitos de salud bucodental desde la infancia, para ello, es vital la identificación y eliminación de los malos hábitos en los primeros años de vida para que haya un desarrollo armónico de las estructuras orofaciales.
Autora: Marina Gutiérrez Martínez – Logopeda