Verónica Núñez Pérez, neuropsicóloga de Clínica Uner, ha escrito esta reflexión sobre la situación que estamos viviendo ante la crisis sanitaria producida por el Coronavirus. Su visión personal, pero íntimamente relacionada con su forma de entender nuestra profesión, nos ha parecido que merecía ser compartida.
Sentimientos del coronavirus
Calles vacías, ruido inexistente, miedo, incertidumbre, pensamientos negativos, soledad, irritabilidad son algunos de los conceptos que pueden definir la situación actual.
Nunca pensábamos que podríamos llegar a vivir algo así, generaciones jóvenes escuchábamos atentamente lo que nos contaban nuestros abuelos sobre las guerras, el hambre y el miedo pero siempre desde la distancia y el desconocimiento de no haberlo vivido.
Finalmente, nos encontramos que no hay peor enemigo que aquel que acecha contra nuestra humanidad. Ese enemigo que nos impide abrazar a alguien que sufre, que nos obliga a decidir entre una vida u otra, que genera agotamiento mental y físico, en definitiva que obliga a dejar de lado nuestras emociones y a guiarnos por la lógica y la racionalidad para poder seguir adelante, perdiendo el equilibrio que siempre hemos deseado.
Cada día que me levanto, las personas me cuentan sobre el silencio de las calles pero todos sabemos que dentro de ese silencio hay un gran ruido que viene desde nuestros corazones. Ese ruido generado por el dolor que sentimos hacia aquellos que sufren y luchan día a día por volver abrir los ojos.
En mi trabajo en clínica Uner, al principio deseaba poder no sentir para evitar llevarme a casa ese gran ruido en mi corazón tras conocer las perturbadoras historias de muchas de las familias que allí acuden. Vidas que dan un giro de 180 grados, vidas que pierden su sentido en un suspiro. Con el paso del tiempo, te das cuenta que el objetivo no es evitar sentir sino encontrar un equilibrio entre lo que siento y lo que pienso, y enseñarles a aquellas personas que pasan por un momento difícil a pensar y sentir contigo.
Es fácil sentir miedos futuros que ni tan siquiera han llegado, sentir que alguien puede tener la culpa de lo sucedido, sentir que la vida que tenemos no merece nuestro esfuerzo pero… como humanos debemos valorar los retos y no hay mayor reto que desmontar los pensamientos que generan esas emociones puesto que en ocasiones no hay culpables, los miedos no son reales y la vida siempre merece que intentemos vivirla.
Esta lucha en la que nos encontramos la recordaremos o como el peor momento de nuestras vidas o como una enseñanza sobre la vulnerabilidad de la humanidad. Yo me quedo con la enseñanza de aprender a valorar cada pequeño aspecto positivo que nos sucede día a día y no esperar a valorarlo cuando me lo hayan arrebatado.
Cada vez que voy a mi trabajo hay un proverbio que lo define y es “la vida no es de esperar a que la tormenta pase, ni es de abrir el paraguas para que todo resbale… la vida es aprender a bailar bajo la lluvia”.
Bailemos en esta tormenta.