La neuroprótesis y la estimulación cerebral profunda son dos tecnologías que buscan mejorar la calidad de vida de las personas con lesiones o trastornos neurológicos que afectan su movilidad, su comunicación o su estado de ánimo.
Estas tecnologías consisten en implantar dispositivos electrónicos en el cerebro o en otras partes del sistema nervioso que envían señales eléctricas para estimular o inhibir ciertas áreas o circuitos cerebrales.
Desde Clínica Uner, como especialistas en rehabilitación neurológica, hablamos de ambos sistemas, tanto de sus ventajas e inconvenientes.
Objetivos de la neuroprótesis y la estimulación cerebral
La neuroprótesis tiene como objetivo restaurar o sustituir funciones sensoriales o motoras perdidas por daños en el sistema nervioso. Por ejemplo, existen neuroprótesis visuales que intentan generar percepciones visuales artificiales en personas ciegas mediante la estimulación de la corteza visual. También hay neuroprótesis motoras que permiten controlar prótesis externas o músculos paralizados mediante la decodificación de las señales cerebrales asociadas a la intención de movimiento.
La estimulación cerebral profunda, por otro lado, tiene como objetivo modificar o regular el funcionamiento de ciertas áreas o circuitos cerebrales que están alterados por enfermedades neurológicas o psiquiátricas. Por ejemplo, se ha demostrado que la estimulación cerebral profunda puede aliviar los síntomas motores de la enfermedad de Parkinson, el temblor esencial o la distonía mediante la estimulación de núcleos específicos en el cerebro. También se ha utilizado para tratar el trastorno obsesivo compulsivo, la epilepsia, la depresión o el dolor crónico.
Algunos datos curiosos sobre la neuroprótesis y la estimulación cerebral profunda:
- La neuroprótesis más antigua que se conoce es el marcapasos cardíaco, que se implantó por primera vez en 1958 y que estimula el corazón para regular su ritmo.
- La estimulación cerebral profunda se inspiró en la leucotomía, una técnica quirúrgica que consistía en destruir parte del lóbulo frontal del cerebro para tratar enfermedades mentales. El primer caso de estimulación cerebral profunda se realizó en 1967 en una mujer con depresión severa.
- La neuroprótesis más avanzada que existe actualmente es el BrainGate, un sistema que permite a las personas con parálisis controlar dispositivos externos, como computadoras o brazos robóticos, con solo pensar. El BrainGate se basa en un chip implantado en la corteza motora que registra la actividad neuronal y la envía a un decodificador que interpreta las intenciones de movimiento del usuario.
- La estimulación cerebral profunda no solo puede mejorar los síntomas de algunas enfermedades, sino también puede modificar aspectos de la personalidad, el comportamiento o las emociones. Por ejemplo, se ha observado que la estimulación cerebral profunda puede inducir cambios en la memoria, el lenguaje, el humor, la creatividad, la moralidad o la religiosidad.
Desafíos éticos, sociales y legales de estas tecnologías
Estas tecnologías representan un gran avance para la neurociencia y la medicina, pero también plantean importantes desafíos éticos, sociales y legales. Por ello, es importante prestar atención a las posibilidades y avances que ofrecen. Algunas de las cuestiones que se deben considerar son:
- ¿Qué riesgos y beneficios tiene el uso de estos dispositivos?
- ¿Quién tiene acceso a ellos y quién los financia?
- ¿Qué impacto tienen en la identidad, la autonomía y la privacidad de las personas? ¿Qué normas y regulaciones se deben aplicar para garantizar su seguridad y eficacia?
Estas son algunas de las preguntas que se debatieron en el último Congreso Internacional de Neuroprótesis y Estimulación cerebral profunda, celebrado en España. El evento reunió a expertos de diferentes disciplinas, como neurocirujanos, ingenieros, psicólogos, filósofos y abogados, para compartir avances y retos que plantean estas tecnologías para la sociedad.
