Un ictus o accidente cerebrovascular (ACV) es una enfermedad cerebrovascular donde se ve alterado el flujo sanguíneo que se suministra al cerebro. Éste es producido por un taponamiento o rotura de la arteria, lo que provoca que el cerebro no consiga el flujo de sangre, oxígeno y glucosa que necesita, lo que deriva en la muerte de las células nerviosas de la zona sin flujo.
Factores de riesgo para padecer un ICTUS
Existen varios factores de riesgo que aumentan la probabilidad de sufrir un ictus: edad avanzada, antecedentes familiares, hábitos tóxicos (como el alcohol y el tabaco), hipertensión, diabetes… En algunos de ellos no podemos influir, en otros sí, por ello en este artículo vamos ofrecer algunas recomendaciones nutricionales que podemos implementar para disminuir nuestro riesgo.
En primer lugar, debemos entender que para que se produzca el taponamiento de la arteria debe existir lo que se llama trombo. El trombo es un coágulo de sangre que se forma en el interior de un vaso sanguíneo y que provoca el taponamiento. Para producirse se deben de cumplir algunos de estos requisitos:
- Elevada presión arterial.
- Placas de ateroma (colesterol).
- Sedentarismo.
- Tóxicos (tabaco y alcohol).
- Inflamación crónica.
Cuando se dan estos factores, los macrófagos del sistema inmune – encargados de eliminar todos los cuerpos extraños que se introducen en el organismo – intentan destruir la placa de ateroma. Al hacerlo, se crean unas agregaciones llamadas células espumosas, que junto con los glóbulos rojos van a crear el trombo.
Consejos para prevenir la aparición de trombos
Para minimizar la creación de los trombos vamos a eliminar cada uno de los requisitos mencionados anteriormente. Para ello, quizás también te interese leer ¿Qué factores pueden poner en riesgo la salud de nuestro corazón?
Tóxicos:
Los tóxicos, como el alcohol y el tabaco, van a producir un mal funcionamiento de las funciones corporales, por lo que la recomendación es eliminarlos todo lo posible.
Sedentarismo:
Está comprobado que llevar una vida sedentaria aumenta la inflamación crónica, hace que nos sintamos cansados, empeora la oxigenación celular, entre otros síntomas. Por este motivo, debemos intentar hacer algo de actividad física todos los días. Caminar al menos 15.000 pasos diarios es una buena opción. Hacer ejercicio físico también va a regular los niveles de colesterol LDL (el llamado colesterol malo) y la presión arterial.
Colesterol:
Respecto al colesterol, el total en sangre debe ser de 200 mg/dl como máximo, poniendo especial atención al LDL, que debe estar siempre por debajo de 100 mg/dl. Cuanto más LDL encontremos en sangre mayor riesgo de producir placas de ateroma, que como hemos visto, son el inicio de la formación del trombo. Existen alimentos que ayudan a bajar los niveles de colesterol y que son muy recomendables si lo tenemos un poco elevado, como son las verduras de hoja verde, avena, legumbres, pescados azules… Además, el ejercicio físico también va a ayudar a reducir los niveles de colesterol.
Hipertensión:
La mejor solución (a parte del deporte, que sirve para todo) es reducir la cantidad de sal en las comidas. La mayoría de alimentos llevan una pequeña porción de sal por lo que no es necesario agregar más. La OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda un consumo de 5 gramos de sal al día. Si nos fijamos en la etiqueta nutricional de los productos del supermercado nos podemos hacer una idea de la cantidad que tomamos diariamente. Lo ideal en este caso es evitar los productos procesados y alimentarnos únicamente de comida natural.
Estas han sido unas pinceladas de consejos sencillos que podemos aplicar para reducir la aparición de trombos y en consecuencia disminuir la posibilidad de padecer un ictus. Como hemos visto, nuestro estilo de vida, sobre todo en lo relativo a la alimentación y la actividad física, influyen sobre estos factores de riesgo. La buena noticia, es que está en nuestra mano llevar hábitos de vida saludables.
No obstante, quizás también te interese saber más sobre la importancia de una intervención temprana ante el ictus, dado que la evidencia científica demuestra cómo el tiempo de actuación puede ser primordial en la recuperación de las funciones alteradas.
Escrito por: Paco Lozano, fisioterapeuta y osteópata en Clínica Uner